Chacopatica Azul.
En la costa oriental de Venezuela, entre Cumana y Carúpano, llegando a Marigüitar, se divisa la península de Araya, tierra tostada por el sol y el salitre. Allí, al pie del cerro El Papo, emerge la magia de Chacopatica. Sólo hay que cruzar el Golfo de Cariaco, una extensión de la fosa marina del mismo nombre con una longitud de 60 km y una anchura máxima de 15 km.
Si, es mágica!
Todo aquel que llega queda cautivado por las tonalidades azules y verdes, por la inmensidad del paisaje que la vista no puede abarcar, por el remanso en el alma, la frescura alegre y pura de sus aguas. Pero volver a Chacopatica es otro nivel. Es como reencontrarse con la amiga del colegio que compartió nuestros primeros secretos, es renacer con sol, agua y azul. Chacopatica es magia y azul!
Emprendo este viaje con la ayuda de imágenes, dadas las limitaciones de la palabra escrita, para recorrer de nuevo ese maravilloso lugar, desestimando la advertencia de Proust:
No se extraña un lugar, lo que realmente se extraña es la época que corresponde a ese lugar. No se extrañan los sitios, sino los tiempos.
Lo lamento, mi Bucket List, versión caribeña, incluye a Chacopatica, y más allá, incluye Araya, incluye el oriente venezolano: lugares, sonidos, aromas, sabores, y claro está, amores, el combustible de esta precario paso por la tierra, pues como dice el Gabo Garcia Marquez:
La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
Contando el cuento, este viaje igualmente será un sendero de “cookies”. Un mapa de regreso para los genes dispersos, propios y ajenos.
Como asocio mi vida con un puñado de metras cayendo por una escalera, una secuencia al azar de encuentros y desencuentros, también intento relatar las andanzas que me condujeron hasta este punto: la construcción desde sus cimientos de mi primera página web. Así, en un momento me embriagaba de azul y sal, y en otro, estaría en la Biblioteca del Congreso de la Nación, en Buenos Aires, averiguando sobre JAMStack, un nuevo enfoque arquitectónico en el desarrollo de aplicaciones web, o en el Gran Caffé Vergnano aprendiendo lenguaje de programación R de la mano de Ernesto Del Puerto.
Y así seguiremos, hasta el final del partido, escaleras abajo, brincando y saltando este nuevo escalón llamado COVID-19.