“Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos”.
Contradictorio que alguien como yo comience un escrito con esta frase. Pues así soy: lineal para algunas cosas, sinuoso en otras ocasiones.
Confieso que no he podido encontrar la exacta conexión entre El Principito y el futbol, pero sé que el fondo se entrelazan, pues de no ser así, lo imposible no seria cotidiano, y la capacidad de soñar desaparecería.
Me propongo vivir esta última fase de mi vida, “jugando la prorroga”, por cierto, la primera. Oficialmente la vida y yo estamos empatados. En mi favor he anotado varios goles. Algunos realmente espectaculares, otros por pura suerte, que hasta ahora, no me ha faltado. También he recibido los míos. Los primeros por la inexperiencia, otros por errores injustificables, pero los mejores han sido con los que la vida, la Maestra Vida, se encarga de enseñarnos. En fin, que terminamos el partido tablas y vamos a prorroga.
Partir no es tarea facil con tantos afectos y apegos, pero anima escuchar a Michio Kaku decir:
Nuestra diferencia con los animales es la capacidad de pensar en el futuro, que el secreto está en posponer la satisfacción, y que el significado de la vida es redescubrirse, es reinventarse.
Aunque también, como apunta Saramago:
El pasado no pasa nunca. Si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado esta siempre, somos memorias de nosotros mismos y de los demás.
¿Que me propongo entonces?
Continuar jugando con la misma actitud de siempre, con ganas de seguir haciendo goles y cuidándome de no recibirlos. Sin embargo, y este es el mensaje que deseo trasmitir:
bajo ningún concepto voy a ir a penales. Bien sea que la vida me pueda ganar, que no seria la vida misma, pero su suplente, o que yo me le adelante antes de terminar la segunda prorroga. Al final, la historia será la misma, pero sin penales.
Así entonces, entre pendientes y curvas, entre pasado y futuro, voy Camino a Santiago. Con muchísima alegría, pero igualmente cargado de inquietudes.